lunes, 7 de marzo de 2011

Tristementes célebres

El problema de Gadafi no reside en sus charreteras, ni en sus rizos, ni en sus pintorescos atuendos. No es este un problema "de un amigo". El mar de fondo que presenciamos es que el mundo árabe quiere vivir en libertad y tiene derecho a escoger el camino para llegar a ella

Con una audacia que no tiene sentido dejar de reconocerle, Hugo Chávez se ha ofrecido como mediador y ha lanzado la propuesta de un "plan de paz" para la crisis libia.

Idea que ha sido acogida con interés en algunos sectores y que constituye un elaborado intento por lavarse el rostro, siendo el gobierno venezolano ­de forma confusa y vergonzante, por lo demás­ uno de los contados dolientes de la causa de Muammar Gadafi en todo el planeta.

Se sirve Chávez de los residuos de su alguna vez indiscutible estrella internacional para intentar provocar una salida digna a su colega y amigo.

Casi nadie tiene dudas sobre las verdaderas intenciones de Chávez en Venezuela, pero eso no es obstáculo para que el mundo España, la Liga Arabe, y el hijo del dictador­ tenga que sentarse a considerar su proposición.

A veces da la impresión de que las expresiones culturales y políticas que habían hecho medianamente universal a la venezolanidad en este momento, hoy en innegable decadencia, son víctima de un secuestro energético que controla a placer Hugo Chávezs.

Lamentablemente, por ahora, el comienzo y el final de cualquier cosa que tenga que ver con nuestro gentilicio. Venezuela y Libia son dos naciones petroleras, con un tamaño geopolítico y unos niveles de desarrollo parecidos y con dos controvertidos presidentes que se han hecho universales con sus extravagancias.

Pero cuidado: la diplomacia internacional no extrae sus conclusiones leyendo Hola. El problema de Gadafi no reside en sus paraguas, ni en sus maquillajes, ni en sus charreteras, ni en sus rizos, ni en sus pintorescos atuendos. No es este un problema "de un amigo".

No debería la cancillería tomarse tan deportivamente los dilemas sobre los derechos humanos del globo. Chávez debería saber que una cosa es ser famoso y otra tristemente célebre.

II

Es un argumento bastante peregrino y pirata postular que el levantamiento libio es un montaje del imperialismo para ponerle la mano al petróleo de esa nación, como se sabe el segundo productor de África.

Eso es responder de memoria a un drama que trae sus propios secretos. Los argumentos chavistas son reiterativos y a veces efectivos, pero tienen una construcción tan pobre y elemental que a veces, incluso, cuesta trabajo tomárselos en serio.

Hace mucho tiempo que, luego de un intenso trajinar diplomático, Gadafi se había hecho perdonar por todos los gobiernos occidentales que lo consideraban un acérrimo enemigo.

El dictador libio se ganó a pulso la confianza de los centros de negocios del mundo, se había alejado manera inequívoca de su pasado extremista, y trazó, con éxito, una estrategia para que las multinacionales invirtieran en su país. Gracias a ese viraje Libia tenía el ingreso per capita más alto del Magreb y del continente africano.

Occidente, especialmente Europa, no necesitaba andar provocando una guerra civil en las narices del Mar Mediterráneo, con las secuelas sociales y migratorias que una crisis como la actual está generando, tan perjudicial para sus propios intereses, si de todas formas estaba explotando el petróleo libio en condiciones confortables.

III

Piensa el chavismo, en sus confusos refritos dialécticos, que las palabras "revolución" y "estallido" les pertenecen con carácter de exclusividad. Que son criterios que soportan el mismo análisis, en cualquier contexto, por encima del tiempo y el espacio: que pueden ser usados para explicarse cualquier fenómeno.

Siempre que el fenómeno, claro, tenga la cortesía de acoplarse a los imperativos de sus consignas.

Por eso la repuesta para Egipto es una, y para Libia, otra. Si Libia es un país amigo no hay revolución: hay complot.

Pues no: el levantamiento libio, es, en estricto sentido, una revolución, que se ha expresado en violentos estallidos populares. Los libios se hartaron de este teatral sujeto, que llegó al poder sin consultarle a nadie y le cambió a la república el nombre y la bandera, y le impuso una parodia de democracia directa tan similar a esa piratería que acá denominan el poder popular.

Una comedia de cabildo abierto le impone a los incautos las elecciones de segundo y tercer grado y secuestra la soberanía de la ciudadanía en compartimientos estancos.

Simulación que lo ha liberado de cualquier obligación consultiva, que conculcó para siempre el derecho de alternabilidad y que le ha permitido construir un espantoso estado policial donde todo abuso es posible.

Hasta hace poco se argumentaba que aquellos países eran así, que esas formas de organización formaban parte de su cultura y que era necesario respetarlas dejándolos en paz. No es cierto.

El mar de fondo que estamos presenciando es el mentir de todas esas supercherías: el mundo árabe quiere vivir en libertad y tiene derecho a escoger el camino para llegar a ella.

En unos de sus últimos discursos, este sujeto, incluso, se encogía de hombros: el no puede renunciar a la presidencia, decía, porque, en rigor, el no es presidente: es el líder de la nación. No es quien, argumentaba, para renunciar a este honor divino con carácter de perpetuidad.

IV

Los equívocos descritos sobrepasan la ya comprobada facultad de los seguidores del gobierno para fragmentar la realidad a conveniencia. Detrás de ésta crisis, en el fondo del discurso del presidente Chávez parece que se escondiera cierta aprensión porque la realidad de aquellos parajes encuentre una réplica en este país.

Curarse en salud hablando del petróleo. Chávez también se siente una prolongación bípeda de la verdad, la justicia y la historia y no es nada fácil esto de ser dios en la política internacional contemporánea.

Pero claro que, con las simetrías planteadas, que existen, es obvio que Venezuela no es Libia: aquella es una sociedad unidimensional, sin opinión pública y sin reflexiones autónomas, en la cual, hasta hace apenas unos años, existía un solo canal de televisión, jamás se ha podido constituir un partido político y no se ha celebrado una sola consulta popular. De ese tamaño son los amiguitos de Miraflores.

En Venezuela el año que viene iremos a unas elecciones: el pueblo, como ha sucedido siempre, hará saber su voluntad, y las Fuerzas Armadas, también como siempre, harán respetar la voluntad del pueblo.

Tal Cual Digital

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