Hasta la semana pasada, el nombre de Roberto Méndez-Hurtado no llamaba particularmente la atención en los círculos del narcotráfico internacional, excepto para un selecto grupo de commando de la DEA que vigila el titánico tráfico de cocaína que utiliza a Venezuela como el mayor narco-portaaviones del mundo.
Ecuatoriano de nacimiento, hombre audaz y arriesgado, Méndez-Hurtado era tras bambalinas el cerebro de una organización que tráfico y lavado con profundas conexiones en Venezuela, Centroamérica y el Caribe, y un muy conocido operador de las pistas clandestinas que ahora pululan en remotas zonas del estado Apure, en las planicies venezolanas fronterizas con Colombia.
Durante un tiempo, las arriesgadas aventuras de Méndez-Hurtado le propiciaron buena fortuna y una no despreciable cantidad de dólares en efectivo. Mediante sobornos o alianzas estratégicas, logró penetrar importantes instancias oficiales en varios países, según se desprende del detallado relato de sus actividades recopilado tras meses de seguimiento y vigilancia por agentes federales, en la narrativa de Richard Gregorie, el implacable fiscal federal cuyo minucioso trabajo condujo a la acusación, captura y posterior condena por narcotraficante del líder panameño Manuel Antonio Noriega.
Por ejemplo, Gregorie encontró que el narcotraficante ecuatoriano consiguió documentos y pasaportes venezolanos falsos para los pilotos de las aeronaves que transportaban la cocaína desde Venezuela y para otros “empleados” encargados de repatriar los dólares producto de la venta del narcótico.
Méndez-Hurtado utilizó a un eficaz grupo de trabajo de 12 miembros para montar su narcoestructura. Voló varias veces a Miami con el propósito de contactar a pilotos norteamericanos para adquirir aviones con matrícula de Estados Unidos, comprar equipos de radionavegación, y organizar “excursiones” al estado Apure. Una de las avionetas llevaba la matrícula N155TT, adquirida a una firma de aviación en Dakota del Sur.
El dinero era enviado por Méndez-Hurtado utilizando los buenos oficios de los acusados Severo Confessor, Narciso Rondón-Mejía, Luis Fernando Velásquez-Ramírez, Humberto Gallegos, y otras personas no mencionadas en la acusación criminal.
Los aviones salían desde el sur de la Florida, y enfilaban hacia Venezuela. Tras largas horas de vuelo, aterrizaban en pistas clandestinas en el estado Apure, cerca de la frontera con Colombia. Allí, uno de los socios de Méndez-Hurtado, Alvaro Ricardo Nino-Bonilla y otros recibían a los pilotos proporcionándoles alojamiento mientras el avión era recargado de combustible y con centenares de kilos de cocaína de alta pureza. También se encargaban de alterar las marcas del avión para evitar su identificación.
El avión despegaba con dirección al Caribe anglófono. ¿Cómo lograba el avión atravesar el largo corredor en territorio venezolano sin ser interceptado por las autoridades? El documento no lo dice, pero diversas fuentes han documentado la “protección” prestada en estos vuelos por funcionarios militares y civiles.
En el caso de una operación que tuvo lugar el 28 de septiembre de 2010, la aeronave lanzó los paquetes cargados en Apure a las aguas frente a las Islas Vírgenes Británicas. Un equipo de pilotos de lanchas rápidas dirigido por el acusado Earl Deville Hodge, alias Bob Hodge, recogieron los paquetes y los escondieron en Norman Island, a sólo 12 millas de las costas de Estados Unidos. Hasta este punto corrieron con suerte. La organización se vino abajo con la captura la semana pasada en Ecuador del cabecilla Méndez-Hurtado.
En otras operaciones vigiladas por los federales, las avionetas que procedían desde Venezuela aterrizaban en pistas clandestinas de Guatemala y Honduras.
Curiosamente, la ciudad de Miami era utilizada como centro de las operaciones del grupo. De allí se registraron vuelos hacia Bogotá, Apure, San Pedro Sula (Honduras) y Retalhuleu (Guatemala).
Los documentos de identidad, por ejemplo, fueron traidos a los pilotos en Miami en un vuelo desde Bogotá. No detalla si fueron provistos por la embajada venezolana en la capital colombiana.
Por estas operaciones, los acusados enfrentan una pena máxima de cadena perpetua.
La acusación federal contra el grupo dirigido por el ecuatoriano Méndez-Hurtado coincide con el creciente escándalo de la narcoavioneta descubierta en Venezuela dos semanas atrás, y sobre la cual el gobierno venezolano ha mantenido un llamativo silencio.
La avioneta, cargada de 1.4 toneladas de cocaína de alta pureza, despegó del aeropuerto militar de La Carlota, en la capital venezolana, y se vio obligada a aterrizar de emergencia en una carretera abandonada en la Península de Paraguaná, a una hora de vuelo de Caracas. Lo que ocurrió antes y luego del aterrizaje sigue siendo un motivo de especulaciones y contradicciones por parte de cuerpos policiales y de inteligencia del gobierno venezolano.
Una larga lista de preguntas siguen sin responderse. Por ejemplo, el gobierno no ha explicado cómo la narcoavioneta fue cargada con 1,400 de cocaína de alta pureza en una base estrictamente controlada por militares venezolanos.
Ambos casos ponen de relieve que, a pesar de la tan anunciada lucha contra el narcotráfico por parte del gobierno de Hugo Chávez, todavía persisten serias deficiencias que no han evitado que las cantidades de cocaína que circulan a través de Venezuela continúen en aumento, ya sea por aire, tierra o mar.
Venezuela Factual.com
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