A lo largo de esta larguísima docena de años, el acceso a información confiable sobre el manejo de los asuntos públicos en Venezuela se ha ido convirtiendo de manera creciente en un laberinto inescrutable.
De hecho, en muchos casos es solamente a través de filtraciones de chavistas descontentos o por medio de agencias internacionales que se ha logrado penetrar el negro velo de misterio y secreto que rodea las acciones del gobierno.
El gobierno maneja la información exclusivamente con sentido de oportunidad y conveniencia política y esto determina si se oculta abiertamente la verdad sobre ciertos hechos o se la distorsiona.
El concepto general es el de la desinformación, y ello permite moverse con flexibilidad entre la verdad y la más escandalosa mentira.
La capacidad para ajustar la verdad pública es un valioso instrumento de la hegemonía comunicacional, a la que se refirió Andrés Izarra en un arrebato de honestidad revolucionaria, y constituye un elemento clave para generar incertidumbre y miedo.
La desinformación y el secreto son preponderantes, por ejemplo, en todas las materias que tocan a la industria petrolera.
Desde cosas aparentemente triviales como la magnitud de la producción del país; el número de taladros operativos; la participación extranjera y las dimensiones de la nómina de trabajadores hasta otras más comprometedoras como el manejo del transporte y la comercialización del crudo, y, sobre todo, las cifras verdaderas del regalo petrolero a las naciones del ALBA y muy especialmente a Cuba.
LA CAJA NEGRA CHAVISTA
Lo que se sabe de PDVSA es por confidentes internos que han escapado el ojo detector del Big Brother Chavista o por informaciones internacionales.
Todo lo referente a PDVSA es considerado secreto de Estado porque el conocimiento público de los verdaderos números petroleros, y el uso politizado de los recursos del pueblo venezolano crearían una turbulencia considerable.
Olvidados son los días en que los hoy jerarcas chavistas criticaban a la así llamada IV República por el hecho de que PDVSA era una "caja negra".
El número de muertos por la violencia y la criminalidad no escapa, por supuesto a la campaña de desinformación.
Si no fuese por el hecho de que, en definitiva, es difícil esconder los muertos o chantajear a los adoloridos familiares, y porque se coló a la prensa un informe confidencial sobre el tema, los venezolanos no nos habríamos enterado de que en la era chavista se duplicó el número de muertos por año con relación a la situación en 1998, ya de suyo catastrófica, cuando Chávez asumió el poder.
La desinformación sobre el tema de la violencia en las cárceles ha asumido características verdaderamente grotescas en el más reciente episodio del enfrentamiento entre la GNB y los presos de El Rodeo I y II.
El espectáculo de los representantes del Presidente en Cuba, intentando presentar todo como una guerra de nuestros nobles soldados contra los misteriosos pranes que controlan las prisiones, dejando de lado las protuberantes violaciones a los derechos humanos de los cínicamente llamados "privados de libertad" y la desastrosa política del gobierno sobre el tema de las prisiones, es difícil de describir.
UNA BURLA ESTADÍSTICA
Que el gobierno maneja múltiples presupuestos paralelos con absoluta discrecionalidad, va también acompañado de la correspondiente campaña de ocultamiento y desinformación.
Los casos de la educación superior y el aporte del Estado para la ciencia, donde nadie sabe a qué atenerse ni de que modo aparecen y desaparecen recursos, son de antología y sirven como marco al creciente hostigamiento del gobierno a las universidades. Las estadísticas oficiales se han convertido en una burla.
No solamente por el manejo ideologizado de las mismas, sino porque la manipulación de los indicadores referentes a temas cruciales como educación, pobreza y crecimiento es tan burda que nos hemos convertido en el hazmerreír de los eventos internacionales independientes de los cuales Venezuela frecuentemente se ausenta, y, en los casos en que nuestros representantes aparecen, en verdad nadie respetable se toma en serio las estadísticas sobre supuestos avances en materia social que presentan.
Escuchando a gente que en el pasado fueron respetados profesionales, recitando una letanía de bondades y virtudes sobre un paraíso venezolano que solamente existe en sus mentes, uno acaba por preguntarse si los agentes del oficialismo terminan por ser víctimas de sus propios ajustes de la realidad.
Pero, parafraseando a Lenin, La realidad es terca, y termina por asomarse por todas partes gracias a las redes sociales y a quienes desde el interior del agujero negro del gobierno descubren verdades que no están dispuestos a ocultar. Es tarea importante de la oposición potenciar todas las rutas para que la verdad alternativa surja.
Tal Cual Digital
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