Rosa Inés Ospina habla de la realidad de América Latina y de Nicaragua, de las tendencias de diversas democracias, en donde los ONG son vistos "equivocadamente" como aspirantes a derrocar gobiernos
Rosa Inés Ospina es una colombiana que fue vicepresidenta del organismo Transparencia Internacional. Hoy coordina la Iniciativa Regional por la Transparencia y la Rendición de Cuentas de las Organizaciones de la Sociedad Civil de América Latina.
Afirma que las ONG quieren ampliar, hacer más transparencia ante sus cooperantes, gobiernos y ciudadanos, pero que hay temor de que Estados autoritarios utilicen esos datos como herramientas para atacarles y proscribirles.
“Hay gobiernos que ven a los ONG como sus enemigos, solo porque no los alaban o los exaltan, los ven como los que quieren quitarles el poder, cuando en realidad no son opciones de poder, frente a esa realidad hay miedo a ampliar la rendición de cuentas”, afirma.
Ospina brindó una entrevista con END luego de su “Conferencia Magistral sobre Transparencia de la Sociedad Civil en Latinoamérica y Nicaragua”, ofrecida por el Grupo Cívico Ética y Transparencia, EyT, y éste es su diagnóstico del tema a nivel regional.
—¿Por qué es importante la rendición de cuentas por parte de los organismos de la sociedad civil?
—En primer lugar, por principio ético, porque en realidad una organización que tiene tanta responsabilidad como la tienen hoy las organizaciones de la sociedad civil, es fundamental que rinda cuentas, que sea abierta y asuma la responsabilidad por lo que hace; segundo, porque es un compromiso con todos aquellos con los que trabajamos, porque nosotros movilizamos energía, recursos, propuestas en nombre de una serie de personas, que esperan que les expliquemos lo que estamos haciendo.
Otro elemento, es que las organizaciones derivamos nuestra legitimidad de lo que los demás opinan de nosotros, porque no está de más recordar que un gobierno, por ejemplo, es legítimo por los votos y la calidad de las elecciones, una ONG es legítima por la calidad del trabajo que hace y el respaldo y la confianza que los demás tienen en ese trabajo, por eso es importante que para fortalecer esa legitimidad haya rendición de cuentas, porque quienes nos entregan recursos tienen derecho de saber qué fin tuvo el dinero que se nos entregó, el cual, obviamente, es para fines de desarrollo de los pueblos, y, por último, el quinto de los ocho principios que rigen a las organizaciones de la sociedad civil comprometidas con el desarrollo, es mayor transparencia y rendición de cuentas.
—¿Hay cultura de rendición de cuentas en las ONG a nivel de Latinoamérica o hay resistencia a ello?
—La mayoría, por no decir todas las ONG, dan cuenta inicial de su dinero y de lo que les exige la ley. En cada país se rinde un informe a Hacienda o al Ministerio de Gobernación, tener personalidad jurídica, todo eso se cumple. Ese nivel inicial está cumpliéndose a cabalidad, además, se está rindiendo cuentas a los donantes y a los gobiernos, sin embargo, queremos ir mucho más allá, y por eso estamos hablando de autorregulación, por eso es que estamos en un momento interesante, porque hemos puesto el tema en la agenda, y es que además de la rendición de cuentas con los donantes y gobierno, estamos abriéndonos a los interesados, a los miembros de las organizaciones, al público, a los medios de comunicación, a los trabajadores de las organizaciones, sobre todo, porque nosotros siempre estamos exigiendo rendición de cuentas a los demás, y tenemos que empezar por nosotros mismos dando el ejemplo.
—¿Qué países están más avanzados, cuales están en un intermedio y los que están en dificultades?
—En realidad, a nivel individual hay muchos países que rinden cuentas no solo al gobierno y a los donantes, sino incluso al público, pero nosotros estamos trabajando en una iniciativa para hacerlo de manera colectiva, como una rendición social y colectiva de cuentas, y Colombia es el primer país que empezó hace cinco años, y hemos seguido en una avanzada con Uruguay, Argentina y Ecuador, y estamos empezando con Perú y República Dominicana. Hay que reconocer que existen muchas dificultades para muchas organizaciones de poder participar, porque no tienen la capacidad, no tienen toda la información, porque les da miedo que los gobiernos los utilicen en contra de ellos y eso hace limitantes.
—¿Cómo encontró la situación en Nicaragua?
—Yo veo que hay una cosa interesante, y es que ha habido reunión de distintos sectores, hay redes de ONG, colectivos, grupos plurales, organizaciones importantes que se están planteando el tema, y, por tanto, veo en Nicaragua que hay interés, preocupación, han avanzado mucho, han hecho estudios recientes en 2006, 2007 y 2008, que les dan la información específica sobre las ONG, y en ese sentido está todo el terreno abonado para dar el siguiente paso, aunque se debe buscar los suficientes aliados antes de empezar realmente.
—¿Qué dificultades son las que más le manifestaron los ONG de Nicaragua?
—La preocupación más grande que tienen las organizaciones de Nicaragua es qué va a hacer el gobierno que en muchas ocasiones es hostil en relación con las (ONG) que considera opositoras o que lo critican, porque hay muchas organizaciones en el mundo que están dedicadas a ejercer control ciudadano sobre distintos temas, y cuando se hace ese trabajo en muchas oportunidades, se señalan errores, dificultades, limitaciones, malos manejos de los gobiernos, eso lo toman como si se es opositor y en el caso de Nicaragua ha habido en muchas oportunidades —por parte del gobierno—una posición opuesta a ciertas organizaciones, y por eso discuten qué efecto va a tener que se entregue tanta información, porque cabe preguntarse si se va a usar de manera adecuada o en nuestra contra, pero esto es algo que siempre pasa, porque cuando uno le exige al gobierno que sea transparente, muchas veces la respuesta es que las organizaciones no entienden o que se va a usar la información para atacarlo, pero ese es un temor normal del que se abre, del que deja que entren a su casa y miren cómo vive… eso pasa.
—Hay quienes los tildan de hacer trabajo de actores o de partidos políticos, y a veces hasta de manejar cantidades de recursos que ni los partidos tienen y que les dan un poder ilimitado. ¿Qué piensa de ello?
—Me permito no estar de acuerdo con ese análisis, porque son cosas distintas, una cosa es el político que hace trabajo partidista con opción de poder, y otra cosa es hacer trabajo político, porque cuando uno defiende la democracia, los derechos humanos, la lucha contra la pobreza y por el desarrollo, ese es un trabajo político en el sentido amplio de la palabra; cuando se trata de una lucha por ganar unas elecciones y ser opción de poder, eso es un trabajo partidista, y en ese sentido, las organizaciones de la sociedad civil pueden hacer mucho trabajo político, sin plantearse como opción de poder.
Es importante decir que la crítica no es un punto de partida de oposición, porque las ONG pueden coincidir con el gobierno y con la oposición en otra, pero sin declararse opción de poder, es decir, no se debe confundir las cosas, porque hay gobiernos de América Latina que dicen que al señalarles se trata de un asunto político, creen que se les quiere botar del gobierno, cuando lo que en realidad se busca es que, por ejemplo, la plata se gaste bien.
—En Nicaragua, hace dos años, se acusó al organismo Cinco, del periodista crítico Carlos Fernando Chamorro, de lavado de dinero. Se hizo una investigación y no se pudo probar el delito. Aunque fue un momento de mucha tensión para el ONG y para el mismo gobierno, ¿a este tipo de cosas se refiere?
—Ese tipo de debate se ha dado en Nicaragua y otros países del mundo, (y pasa porque) los gobiernos que no son suficientemente fuertes desde el punto de su legitimidad, que no está claro cómo ganan las elecciones y cuánto respaldo tienen, toman decisiones de cambiar las reglas del juego cuando están para favorecerles, como fue el caso de Uribe, que cambió la Constitución para reelegirse, y es eso, que los gobiernos que no se sienten verdaderamente fuertes le temen a la crítica, le temen al control ciudadano, a que la gente los vigile, y por eso persiguen a los que los vigilan, a los que consideran que se les oponen, a los medios de comunicación, y es porque éstos pueden mostrar los errores que están cometiendo, las acciones inadecuadas que están haciendo, pero todo ello muestra más que fortaleza, debilidad de un gobierno.
—Cuando habla de otros países, ¿es porque hay una tendencia regional?
—Efectivamente. Se cree en algunos países que los ONG legítimos son los que están a favor del gobierno y los otros no, lo cual no tiene sentido, porque la riqueza de las organizaciones está en la diversidad, porque tenemos la capacidad de poner temas en agenda que otros no pueden, independien-temente de quien esté en el gobierno.
Lo que pasa es que en todas las democracias hay resistencia a la crítica, y por eso es tan importante que la sociedad civil exista, para que haya quién critique los actos que no son compatibles con los intereses de las poblaciones, y si no, miremos cómo Uribe atacó a las ONG, aunque hay un perfil muy claro en los llamados países del ALBA, entre los cuales Venezuela ha sido un país donde las acciones en contra de la sociedad civil han ido en pro de desactivarlas, criminalizándolas, proscribiéndolas; en Nicaragua se ha dado —entiendo— casos como el que usted mencionaba (Cinco), y esa es una tendencia.
—Es decir, que… ¿los gobiernos creen que las ONG son de amigos y enemigos?
—Así es, y pasa desde Europa del Este, en donde muchos gobiernos ganaron con el apoyo de la sociedad general y la sociedad civil, sin que esta última fuera partido, y pasa que quienes fueron convocados al gobierno no sabían qué hacer con sus amistades de las ONG y viceversa, sobre todo cuando aparecieron las críticas, en América Latina, sobre todo en Bolivia, donde la sociedad civil luchó para que se respetara la lucha de los indígenas, y ganó el gobierno con ese apoyo, y se nombró como funcionarios a gente de la sociedad civil, y ahora no saben qué hacer y se reclaman con “si vos sos mi amigo”, encontrándose la respuesta de que el que está en el gobierno es opción de poder, y la sociedad civil sigue en su trabajo, de hacer ver las cosas en las que se están fallando.
—¿Paraguay es un ejemplo de la sociedad civil gobernando con el presidente (Fernando) Lugo a la cabeza?
—Sí, y ahí hubo una experiencia de la que ellos aprendieron, porque una cosa es que haya amistad entre una ONG y un partido, y otra cosa es una amistad entre una ONG y alguien que está en el gobierno, porque uno puede llevar al gobierno a empresarios, a miembros de ONG, a gente de la Iglesia, pero ellos al momento de asumir su cargo, deben olvidarse de los intereses de sus sectores y velar por los del país entero.
Tal Cual Digital