A las 5 de la tarde del 25 noviembre de 2010 comenzó una torrencial lluvia en La Vega, donde residía Enmanuel Gonzalez. Para el momento se encontraba en casa con sus dos hermanas de 9 y 11 años. Desesperado por la situación, se asomaba por la ventana y veía cómo las montañas se venían abajo.
González rememora que se le bajo la tensión y del susto se desmayó dos veces. "Esta no la contamos", pensaba mientras los minutos corrían y las viviendas de la zona se derrumbaban. A las 10:00 pm del mismo día fueron traslados al estadio Brígido Iriarte, en el Paraíso, junto con 50 familias más. A partir de ese momento el centro deportivo se convirtió en su hogar.
Ahora asegura que estos 11 meses han sido difíciles porque les ha tocado convivir con desconocidos. Lo que vino después se resume en escuchar promesas de que saldrán de ahí hacia un lugar con todas las condiciones para vivir "dignamente", palabra que le ha retumbado en la cabeza a Gonzalez desde que el presidente aseguró que en 18 meses cesaría la tormenta en la que se convirtió su vida desde aquella lluvia de noviembre.
La mayoría de los complejos habitacionales donde vivirán parte de los 10.000 damnificados del año pasado tienen hecho solamente el pilotaje.
PREFIEREN VIVIR EN EL REFUGIO
A los damnificados del Brígido Iriarte les fueron adjudicadas hace dos meses unas casas en Ocumare del Tuy pero según los agraviados las viviendas no cuentan con las condiciones apropiadas para ocuparlas.
"Las casas tenían filtraciones, estaban mal construidas, no había hospital cerca, no había una escuela en la zona, ni establecimientos para comprar comida", detalla González.
Los inmuebles eran tan deplorables que de cincuenta familias adjudicadas sólo diez se quedaron en Ocumare del Tuy, al resto el centro deportivo les resulta más acogedor. Por eso volvieron.
Pero la historia se repite en otros albergues, como el "Tribuna de la Rinconada", en el Hipódromo, donde una de las coordinadas, Luisa Gutiérrez, considera que debe haber una mayor organización al momento de adjudicar las viviendas.
"A las familias más numerosas les tocan casas pequeñas con una o dos habitaciones y a las familias con menos miembros les han adjudicados inmuebles con hasta cuatro cuartos", describe.
En La Rinconada alojaron a dos mil damnificados cuando ocurrió la vaguada. De ellos, mil recibieron viviendas en una urbanización llamada Cacique Tiuna, ubicada en la misma zona, pero el resto se siente abatido por el tiempo que les queda allí.
IMPERA LA INSEGURIDAD
Gutiérrez afirma que una de las cosas que más les preocupa en los refugios es la delincuencia. Denuncia que han tenido que hacer manifestaciones de protesta para que el gobierno envíe a un grupo de uniformados que pongan orden.
"Tenemos policías porque peleamos. Es más, el día que nos mudamos a las casas de Cacique Tiuna, abalearon a una muchacha y la dejaron inválida. También le tirotearon los pies a un niño", relata la coordinadora que, a pesar de haberle sido adjudicada una vivienda, sigue trabajando con los refugiados.
Situación similar sucede con los damnificados que se encuentran en la base aérea de La Carlota. Aunque esta es una zona militar, el pasado viernes se produjo una riña entre dos damnificados y uno de ellos terminó siendo asesinado con un arma blanca.
Mientras esperan respuestas oficiales, y las llaves de una casa donde instalarse por fin, estos venezolanos vislumbran ya que vivirán una temporada decembrina complicada. Esperaban no estar en los refugios para Navidad, pero a muchos no les llegó ese regalo.
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